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El día que Sarmiento recorrió La Plata

 

Luego de expresar un enérgico rechazo al proyecto de creación de la nueva capital provincial el ex presidente visitó la ciudad en plena construcción y escribió un artículo, que aquí se reproduce en forma completa, en el que en un alarde de erudición expresa un drástico cambio de opinión y colma de elogios a la nueva urbe surgida de un plano.


El Puerto de la Ensenada, al Sur de Buenos Aires y más allá del territorio que se les asignó a los indios quilmes, trasladados de sus antiguos paraderos, ha figurado en nuestra historia como punto de desembarco de los ingleses con el general Whitelock o como estadía de nuestra escuadra durante la guerra del Brasil, siendo el depósito de los cargamentos de negros que nuestros corsarios tomaban al enemigo. Llamábase el Camino Blanco la calzada de dos leguas, mandada construir por Rivadavia, para aproximar por allí los buques de guerra a recibir cargamento para la ciudad, bloqueada de ordinario por la escuadra brasileña.

Poco ha cambiado desde entonces aquel bajo desnudo de vegetación, si no es que en la parte alta se divisa un bosque negro como pintado con tinta y más lejos un villorrio que quiso llamarse Tolosa, y fue a poco a servir de arrabal, puerto seco, pues no hay portezuelo alguno que le sirva de portada por el lado de tierra. Solía el pintor Goya divertirse en arrojar con violencia un puñado de colores sobre la muralla, y tomar por base aquella informe mancha multicolor para hacer aparecer mediante las pinceladas del genio un mundo de seres que estaban como ocultos detrás de aquellas masas de tintes. Algo parecido ha ocurrido en aquellos lugares, un poco más de un año, haciéndose de aquellos ciénagos, de aquellos bosques y de aquella aldea una ciudad como Búfalo, un puerto como el Puerto de Said en el istmo de Suez, pues ambos son el extremo de grandes canales navegables, y parques, alamedas y jardines botánicos, como las ciudades norteamericanas que tienen algunos años, sin ser muchos de existencia.

LA CIUDAD Y SU PLAN

Hablábamos de Buenos Aires. ¡No había visto La Plata! Ahí está el porvenir, tal como lo entiende un pueblo que fue virrey y tuvo que buscar a su actividad un asilo. Cuando hemos visitado La Plata, por la tercera vez, dos ideas nos han salido al encuentro como a darnos la bienvenida. La primera se refiere al plan de la ciudad, y es que la educación del pueblo argentino ha hecho progresos inmensos en estos treinta años que van desde la caída de Rosas. Los pueblos se aferran a su modo de ser y a sus antecedentes. Toda la América española está inmóvil en sus formas antiguas, con una que otra adopción y adaptación moderna, son súbditos y vasallos, como compadritos que para andar aseados se mudan cuellos de camisa todos los días.

Hace diez años nos afeitábamos cada dos días; veinte, a que jueves y domingo: y al principio de la revolución, tío Pedro, el barbero del convento de San Agustín, rasuraba a los ricos homes del barrio. Recuerdo lo que era Buenos Aires en 1852, cuando teníamos a gala la calle del Empedrado, para mostrar al extranjero, y que se vendían duraznos de Quilmes a granel en carretas, y la mazamorra traqueada al trotar del caballo y anunciada por el conocido lechero que la proveía. Equipos militares, gorro de manga y chiripá; traje de ciudadano, el chaleco colorado del lacayo, y la cinta con el mueran y el vivan y el retrato. ¡Ah! Esa generación nos mata ahora en sus hijos, que traen las cualidades heredadas del cerebro atrofiado. Hemos tenido un sueño, una ilusión durante treinta años, de que íbamos a ser libres y que en la desgracia habíamos aprendido algo. ¡Ilusión! Cuando crecieron los niñitos de entonces, cuando entraron a la vida pública, o ejerciendo el poder, los unos se buscaron un caudillo que les diera nombre de liberales; los otros desde el ejército, pidiendo como en España la vuelta de Fernando VII, con simulacro de Constitución, abajo los afrancesados, ¡viva el Rey absoluto! Y en ese estamos, en criar el ¡Héroe del Desierto! ¡Oh!, la República Argentina no puede vivir sin Héroe del Desierto. Necesita el pueblo su muñeco horrible, pero eso es lo que lo divierte como a nuestros padres los españoles, los toros y los caballos destripados.

Volvamos a La Plata. ¿Se ha embriagado con opio alguno? ¡Pues yo si, que todo lo he probado! Una sensación deliciosa de bienestar, en medio de una iluminación espléndida que no viene del sol pues no tienen sombra los cuerpos; sin duda que se dilata el espíritu, puesto que las calles angostas, tortuosas, los edificios de azotea, las calles pantanosas no proceden sino de la limitación de los tamaños, de la conciencia, en el sentido común. El teriaky ve ciudades con monumentos de una cuadra de alto como las pirámides de Egipto, y puentes gigantescos, como el de Brooklyn ahora construido por un teriaky. Y bien, cuando me he paseado por las calles ya bulliciosas de La Plata, me he persuadido, no que yo haya bebido opio ese día pues no hice disparate ninguno, sino que todo allí, gobierno, pueblo, ingenieros, hacían la mañana con opio, y hacen todo desmesurado, colosal, como para un pueblo de gigantes. Comprendo al ver aquellos edificios en construcción, aquellas casas ya habitadas, que les están quitando los andamios como los hilvanes al vestido que estrenamos, la sorpresa de Dickens al desembarcar en Nueva York y ver niños jugando ya en la calle y aun algún chicuelo mamando prendido al seno de la madre. ¡Imposible! decía, que hayan nacido aquí, si no ha habido tiempo, tan lustrosas están las cerraduras, tan de fresco pintadas las puertas, tan sin acabar de rematarse los edificios; están en la vereda los cajones vacíos de los muebles recién armados.

La Plata ofrece este mismo espectáculo. Las minas de oro o de plata están presentando iguales, en lugares donde un año antes sólo cazadores habían penetrado en los Estados Unidos. Encuentran un filón del metal que excita el hambre, y en la noche los aventureros se han arreglado de modo que amanezca ardiendo el fuego en los hoteles; hay casas de remate, un metodista predica parado sobre el tronco de un árbol, hay posta y se están clavando los postes del telégrafo a la más próxima ciudad, a donde se piden casas hechas, y una iglesia que debe armarse para el domingo siguiente. En La Plata vamos a tener catedral que deje atrás a la marmórea de Nueva York, construida (ocho millones) con oblaciones públicas, y una partida que daba la municipalidad, (el ring) de ladrones en cambio de los votos de los irlandeses. (No se enoje Mr. Mullhall que aquí los irlandeses no votan, porque son de Inglaterra.) “Para la patria y no para Portugal", como se enseñaba a los loritos en tiempo de la princesa Carlota. ¡Qué majestad la de los edificios públicos de La Plata! Este es su defecto, y acaso la herencia que traemos de nuestros antepasados, como aspiración; pero lo que nos muestra los progresos que la educación pública ha hecho en tan corto tiempo es que en todo se ha realizado cuanto se concibe de más acabado y reciente en la economía de las ciudades: luz eléctrica, calles anchas, boulevares, avenidas, diagonales, adoquinados, veredas de cuatro a diez varas; bosques que parecen seculares por lo sombríos, dan solaz, sombra y recreo a las puertas de la ciudad encantada; como monumentos, palacios para el Museo antropológico que ya es uno de los primeros del mundo, enriquecido con doscientas muestras de las razas americanas.

Siéntese el visitante de Buenos Aires en el mundo que ha soñado, porque La Plata es el pensamiento argentino, tal como viene formándose e ilustrándose hace tiempo, sin que nadie se dé cuenta de ello. ¿De dónde sale el Lord Mayor con sus boulevares y sus amplias plazas? De Montevideo que inicia el movimiento sin ser el móvil de Chivilcoy, de Mendoza, de Palermo, de la prensa, de los viajes, y de la construcción de los tipos ideales, que se vienen formando y quebrando los moldes antiguos que nada de elásticos tienen la calle de la ley de Indias, en dameros, el cabildo y la cárcel en la plaza de armas, los conventos de Santo Domingo y de San Francisco, la Merced, las Catalinas, etc., a una cuadra de distancia en todos los rumbos. Ahora la Escuela Superior y cuantas se puedan, destacadas como centinelas avanzadas para dar el ¡quién vive! a la barbarie; y la estación del ferrocarril, y el parque, etcétera. Pero sucédenos en Buenos Aires lo que a la Inglaterra, que avanzando en su construcción política y asegurándose instituciones ha tenido que describir rodeos en torno de las más añejas que ya ocupaban el suelo, la dinastía real, reputada propietaria del suelo por la conquista, la nobleza, el sistema feudal, etc.

El habeas corpus ha crecido, no obstante tantas malas yerbas, la reyecía ha aceptado no gobernar, en cambio; y el Parlamento ha dado prodigios de la libertad humana difundida sobre la tierra sin conquistarla. ¿Qué va a hacer nuestro Lord Mayor, con esta sociedad envejecida en sus cimientos, como raigones de muelas, con sus cimientos, ignoran que deben ser como ciertos escenarios de teatro de tres pisos, debajo los subterráneos, los calabozos, el infierno, cuando queramos verlo en todo su horror de llamas azules y demonios cornudos, sobre la escena del mundo visible, y más arriba, entre nubes, la gloria formada de gasas, bambalinas y angelorum colgados de garfios? Buenos Aires continuará siendo lo que es hoy con sus calles tubulares, un suplicio para los transeúntes, y no ha de sorprenderme ver reaparecer la mazorca. Pero denle espacio al espíritu moderno argentino, y os trazará como sobre el papel del ingeniero la ciudad futura, que está en todas las cabezas y aparecerá una Megalópolis, la ciudad magna bajo el plan que todos sabemos. Voyons!

Un puerto excavado a máquina, flanqueado de docks y como lo construye un holandés de nota; es claro que si la Holanda contiene el mar que amenaza tragársela siempre, nosotros podemos traer a nuestros pies al Río de la Plata, y mandarle que nos trague en los canales de dos leguas que habrá de recorrer hasta la gran Portada del Parque, donde sus mansas aguas aguardarán sumisas que se reciba la carga de sus importadas mercaderías, que los retornos, esos van por vías separadas de las estaciones, que ya luchan en magnitud con las de Liverpool, a los ascensores y graneros de Chicago para reunir por siete ferrocarriles y por millones los quintales de lino, trigo, lanas, cueros y lo demás que se dirige a su embarcadero. Como se están demoliendo rocas por leguas en Nueva York para procurarse agua y en Panamá y la Puerta infernal para dar paso a las naves, esta obra de La Plata es un juego de niños, como aquellas torres y pirámides que hacemos de arena sirviendo el pie de molde para los abovedados techos.

LO IMPOSIBLE HECHO REALIDAD

Los monumentos de La Plata están ya poblando y accidentando el horizonte, habitados unos, rematándose otros; pero de su conjunto, de las calles que disimulan su correcto empedrado bajo una capa de conchilla (¡que Dios haya la vista de los transeúntes!) de sus estaciones que repiten en doscientos metros de largo aunque en dos filas el Louvre de París, y de las líneas de palmeras de las calles y plazas, y del bosque sombrío que media entre el puerto y la ciudad, se produce una sensación única hoy en la tierra, sin la grandeza de los tamaños y de las distancias, con los detalles de los edificios públicos y privados entre los cuales no se encontraría una muralla vieja, un techo desvencijado, nada que no haya nacido ayer bajo plan y dirección. 

Los palacios de los reyes suelen estar empujando las chozas miserables, y los grandes progresos realizados sólo sirven para mostrar las enormes deficiencias. Como si allegáramos la luz a rincones oscuros, húmedos y hediondos, donde se cobijan inmundas alimañas. Es hoy opinión recibida que el Egipto, con su pasmosa civilización, anterior a toda cultura humana, es sin embargo colonia de algún otro pueblo desconocido, prehistórico; porque la Pirámide más perfecta, más alta, más matemática es la primera que se ha ejecutado, siendo las otras casi degeneración de aquella. Sucedería lo mismo con La Plata si hubiéramos de contemplarla un siglo después. Todo en ella por sus perfecciones, sus formas, su necesidad, acusaría un pueblo anterior que vino al Río de la Plata, tomó tierra en la Ensenada internándose, fundó a Pérgamo como los troyanos al paso, o como Eneas la Roma, para poder verla en el Poliorama del Retiro. Aquello será también una vista de Poliorama.

¿Cuántos habitantes cuenta La Plata? La estadística da veintisiete mil. Antes de que se imprima habrá treinta mil ¡Imposible! Todo lo que sucede aquí es imposible; pero así resulta del censo que se está levantando. Diga lo que quiera el censo, el Presidente, oído el informe de su bibliotecario, no ejecutó la ley del Congreso que mandaba crear un colegio nacional en La Plata, como en toda ciudad que se reputa, por no haber como mil habitantes, y no tenemos colegio nacional que tiene Jujuy con tres a cuatro mil habitantes y Rioja con cinco mil, San Luis cinco mil si los tiene; pero como es imposible que un Ejecutivo no ejecute una ley, cuando su oficio es ejecutar aun contra informe de bibliotecario, es imposible también que Jujuy tenga tres o cuatro mil habitantes y tenga Colegio, sin que se halla puesto veto al ítem del presupuesto.

¡Doblemos la hoja! La Plata está dominada de un espíritu hostil, que impide que el Presidente venga y vea por sus propios ojos. El bibliotecario consultó naturalmente el censo de 1869 y encontró Ensenada con 575 habitantes y dándole de barato Tolosa, y lo que habrá andado desde entonces, el bibliotecario cumplió con un deber estricto de bibliotecario, que cita el texto y la página de un libro a su custodia y no va a visitar aldeas en construcción, lo que no entra en sus funciones. El Presidente no necesita saber geografía instantánea, a la minute como dicen los franceses, o la minuta como dicen los fabricantes de tarjetas o de reputaciones oficiales. Me despido de La Plata revivido, reconfortado, pues antes de ver lo que somos, y poder conjeturar lo que seremos cuando se acaben de derrochar las tierras públicas, ya que no podemos derrocarlas, dudaba de la fuerza vegetativa y de los progresos morales y sociales que hacemos, para salir del modelo colonial que en La Plata ha sido dejado, para inventar habitantes con moradas modernas.

* El periódico El Debate publicó el 11 de noviembre de 1885 este texto de Sarmiento titulado “La Plata”.

0221.com.ar / Begum


Edificios emblema en la construcción de La Plata



Fueron pensados como piezas fundamentales para la vida de la Ciudad desde su fundación y representan un enorme legado arquitectónico. Cómo se gestaron, cuánto tardaron en “ponerse de pie” y qué fue de ellos a lo largo de los años. Sus historias


UNA CIUDAD CAPITAL QUE SE FUE CONSTRUYENDO DESDE CERO

Nació en un momento histórico muy especial y fue forjando su patrimonio edilicio a través de la funcionalidad administrativa necesaria para cumplir con ese rol en la Provincia más importante del país. Dicho objetivo dejó valiosas obras arquitectónicas, aún hoy admiradas

“Cuando miras una ciudad, es como leer las esperanzas, las aspiraciones y el orgullo de todos los que la construyeron”

Durante estos 141 años, que hoy celebra, en La Plata se fue forjando la construcción de la capital de la provincia más importante del país, seguramente tal como la soñó y planeó Dardo Rocha cuando descubrió estas tierras cercanas al Río de la Plata y de proximidad a la Ciudad de Buenos Aires. Desde ese proyecto hasta la actualidad se ha desarrollado un importante patrimonio edilicio, tanto institucional, social como cultural que, el diario El DIA -apenas dos años menor que la Ciudad-, una vez más quiere destacar en este suplemento especial, a modo de homenaje.

Todo comenzó de cero, con un desafío ambicioso. Desde el diseño de la nueva urbe, con el ingenioso trazo que le dio el Ingeniero Pedro Benoit, hasta la construcción de edificios de alto valor arquitectónico para una ciudad fastuosa con respecto a otras de la época, siempre con la premisa de una funcionalidad administrativa, tal el objetivo primordial para la capital de la provincia de Buenos Aires, hasta el día de hoy.

Y así comenzaron las primeras obras, que fueron creciendo con el tiempo. Edificios emblemáticos, que aún siguen despertando admiración a propios y extraños.

Cuenta la historia que desde fines de aquel 1882, los primeros habitantes, repletos de albañiles italianos, comenzaron a ocuparse de esas obras fundacionales. En junio de 1883 se empezó a construir el Palacio Municipal. Y mientras la población se instalaba en lo que sería el casco urbano con casillas de madera, avanzaban las obras de los principales edificios públicos, como la Casa de Gobierno, los Palacios de Justicia y de la Legislatura, el Banco de la Provincia y el Hipotecario, la Residencia del Gobernador y algunos Ministerios.

Todas estas obras ya le valieron a la Ciudad importantes premios en la Exposición Universal de París en 1889: dos medallas doradas en las categorías “Ciudad del Futuro” y “Mejor realización construida”.




La idea en estas páginas es reflejar cómo se fue construyendo nuestra ciudad con la historia de sus edificios emblemáticos, que ya son parte de su riqueza turística.

Cierto, mucho se ha escrito sobre ellos, pero siempre hay algo nuevo que descubrir y ese fue el objetivo de este suplemento especial. También puede ser que, por la cantidad, se omitió alguna estructura edilicia digna de destacar, que las hay y muchas en la Ciudad. Una de ellas es la famosa casa Curuchet.

Más allá de este patrimonio edilicio, aún la Ciudad tiene muchos desafíos por delante.


Arquitecto Hugh Newell Jacobson / Diario El Día


Ctibor: los ladrillos de La Plata

Publicidad de la fábrica que se publicaba en la prensa de la época



Ctibor y los ladrillos de La Plata: de la Torre Eiffel a la Catedral

La firma había arrancado en 1882 con capital francés hasta que en 1905 la compró Francisco Ctibor para convertirla en una industria modelo que subsiste hasta hoy

La zona estaba apenas demarcada. En cada esquina se colocaban mojones unidos por cordeles que iban bosquejando las líneas trazadas en el plano por los profesionales del Departamento de Ingenieros encabezado por Pedro Benoit. Moría 1882 y en la recién fundada capital de la provincia de Buenos Aires todo estaba por hacerse.

Al norte de aquel deslinde, en tierras pertenecientes al terrateniente Jorge Eduardo Bell, en lo que hoy es la localidad de Ringuelet, la sociedad francesa Portalis Frères, Carbonnier y Compañía -dedicada originalmente al comercio internacional- se había asociado con el emprendedor Luis Cerrano para instalar el primer horno mecánico a vapor para fabricar ladrillos macizos, insumo básico para abastecer a ese proyecto increíble: la construcción de la ciudad de La Plata.

La planta, ubicada sobre un lote de unas cincuenta hectáreas, contaba con un horno de cocción ininterrumpida de avanzada para la época que el propio Cerrano había construido tras adquirir la patente del modelo desarrollado por alemán Friedrich Hoffmann en 1859. Se trataba de una fragua continua para ladrillos, cerámicos, cal, tiza y otros materiales de construcción que alcanzaba hasta 1000 grados centígrados.

El emprendimiento estaba ubicado en un amplio sector denominado “Hornos del Norte”, que era una de las tres áreas habilitadas por el gobierno de Dardo Rocha en las afueras del casco urbano para el desarrollo de la actividad ladrillera, además de la instalación de corralones y canteras cuya radicación dentro del cuadrado de la ciudad estaba prohibida por razones de salubridad.

La superficie correspondiente a Hornos del Norte cobijaba varias empresas y actividades en una franja de 669 hectáreas que habían sido expropiadas a Bell para tal fin. Además del ya mencionado Cerrano, esas tierras se distribuyeron entre un puñado de emprendedores como Inchauspe, Botet, Picabia, Richard, González Morell, Rezzano, Dufour, Llano, Bertomeu, Cerviño, Rodriguez y Bidart. Esos apellidos se erigieron en los primeros pobladores de lo que sería Ringuelet al igual que los de muchos trabajadores de la fábrica, de cuyos nombres se han perdido los registros, y que con los años fueron comprando lotes y se asentaron en esa zona de acuerdo con la reconstrucción histórica realizada por la arquitecta Cristina Avinceta, investigadora en Patrimonio y coordinadora del Museo del Ladrillo así como de la recuperación de la historia del lugar.

Durante casi una década la fábrica aportó cientos de miles de ladrillos con los que se levantaron los más importantes palacios, iglesias e innumerables construcciones tanto públicas y privadas. Según documentos de la época la firma asentada en Ringuelet fue el mayor proveedor en las obras que dieron vida a la ciudad, tal como lo consigna la investigadora Beatriz Amarilla en su trabajo “Edificios fundacionales de La Plata. El costo de sus insumos básicos”, publicado en 1999 por el Laboratorio de Investigaciones del Territorio y el Ambiente (Linta) dependiente de la Comisión de Investigaciones Científicas de la provincia. La relevancia del emprendimiento quedó de manifiesto a partir de un decreto gubernamental que garantizó la apertura de calles para el acceso al predio fabril justificado en el gran movimiento que éste generaba.

Sin embargo, la bonanza se interrumpió como consecuencia de la crisis económica y financiera que sufrió el país en 1890, precedida por la quiebra del Banco Constructor, principal entidad que otorgaba créditos para las obras en la ciudad. Esta situación paralizó practicamente todas las construcciones de la naciente urbe y, por ende, dejó sin demanda a la ladrillera. 

Horno menor para cocción de tejas de la ladrillera Ctibor


EL CHECO QUE TRABAJÓ CON EIFFEL

Es entonces cuando entra en escena Frantisek (Francisco) Ctibor, un ingeniero nacido en 1857 en Tabor, República Checa, que había llegado al país a finales del siglo XIX. Antes había trabajado en París con Gustave Eiffel en la construcción de la famosa torre que lleva su nombre para luego viajar a América donde participó en la apertura del primer tramo del canal de Panamá. Desde allí, corrido por los letales efectos de la fiebre amarilla, el profesional desembarcó en Buenos Aires.

Ctibor, que según los recuerdos familiares hablaba seis idiomas y se había formado como ingeniero mecánico en Karlsruhe -la primera universidad alemana con orientación técnica-, se radicó en Quilmes junto a su esposa Ruzena (Rosa) Zeis con la que tuvo tres hijos: Carlos, Francisco y Rosa. Con suerte regular probó llevar adelante varios emprendimientos; fundó un aserradero y una fábrica de picaportes de bronce y hasta incursionó en la importación de cabañas de madera desde Estados Unidos. Pero hacia fines de 1905 se encontró ante la oportunidad de su vida. En octubre de ese año vio publicado en la prensa un llamado a licitación para construir el canal troncal de los desagües pluviales de La Plata. La obra implicaba tender el conducto maestro que correría bajo la avenida 66 hacia el Río de La Plata y debía hacerse con el sistema abovedado, lo que implicaba una enorme cantidad de ladrillos. Confiado, el checo se presentó y ganó la licitación. Esto lo llevó a tomar la estratégica decisión de adquirir la fábrica de ladrillos de Ringuelet que se hallaba prácticamente paralizada y a la que, con el tiempo, convirtió en un establecimiento industrial modelo.

Las instalaciones sumaban cuatro hornos; dos de combustión continua, del tipo Hoffmann y otros dos “de llama invertida”, además de secaderos naturales y un edificio en el que se realizaba la producción y también funcionaban oficinas de administración y mantenimiento.

La fábrica Ctibor llegó a tener doscientos cincuenta trabajadores que, al principio eran, en su mayoría, de origen checo e italiano. Trabajaban en tres turnos de ocho horas, lo cual implicaba que un ciclo de producción continua que se prolongaba durante todo el día y la noche. Según los relatos familiares Ctibor reclutaba a compatriotas que llegaban al país y se alojaban en el Hotel de Inmigrantes que funcionaba en inmediaciones del embarcadero del puerto de la ciudad de Buenos Aires. 

Impulsado por los postulados europeos sobre políticas de equipamiento social que contemplaban ese tipo de soluciones habitacionales además de otros beneficios para los trabajadores dentro del predio, en el que también vivía la familia, se construyeron viviendas para obreros y personal jerarquizado y se habilitaron una enfermería, un destacamento policial y un almacén. La casa más antigua de ese conjunto, que sirvió de residencia del ingeniero checo y su familia, data de 1906 y aún se conserva. Está ubicada en el actual Camino Centenario y 514 y linda con el cauce del arroyo Del Gato a metros del distribuidor Pedro Benoit.

En otras franjas del predio se dispusieron dos grupos de viviendas para obreros. Si los empleados estaban casados les correspondía unidades con dos habitaciones; mientras que en el otro sector estaban los solteros con casas de una sola pieza que podía ser a compartir.

A medida que fue pasando el tiempo el predio que ocupaba la planta se fue reduciendo y se lotearon tierras. De las cincuenta y dos hectáreas adquiridas originalmente por Francisco Ctibor en la década del 90 quedaban unas diecinueve de las cuales solo tres constituían la zona operativa de la fábrica, el resto de las tierras se fueron loteando poco a poco.

Hacia 1950 la sucesión de Francisco Ctibor, fallecido en 1922, dio lugar a subdivisiones y loteos de terrenos contiguos a la fábrica. De acuerdo con las constancias y documentos de la época, con el tiempo se produjo la apertura de calles y durante un tiempo la zona se conoció como el “barrio Ctibor”. Si bien el nombre se perdió, aquel fue el germen poblacional de lo que luego sería Ringuelet.

Imagen del dia del casamiento de Franciso Ctibor y Rosa Zeis en Tabor antes de viajar para radicarse definitivamente en La Plata


PARA LA PLATA Y MÁS ALLÁ

El ladrillo, obtenido de la cocción de una mezcla en base a arcilla y agua es hasta hoy uno de los más nobles insumos usados en la construcción por sus propiedades de resistencia, aislación y perdurabilidad. En los primeros tiempos cada pieza llevaba grabado en relieve el nombre de la firma, algo que con el tiempo se dejó de hacer.

La extracción de tierra para la producción fue aplanando la lomada donde se asentaba la fábrica hasta llegar a la cota permitida que obligó a traer la tierra de otras canteras. Se contaba con el tendido de rieles del ferrocarril que garantizaban por un lado la provisión de los insumos a la vez que permitían la distribución de ladrillos. Mediante conexiones era posible descargar en una terminal ubicada en Barracas. Asimismo, la firma habilitó una oficina comercial en la city porteña y, cuando salieron al mercado adquirió los primeros motores diésel para alimentar su maquinaria.

Entre las principales obras de la ciudad que tienen ladrillos de Ctibor figuran la Catedral, la Gobernación, el palacio de Tribunales, la Legislatura provincial, el Instituto Médico Platense, el viejo Hotel Provincial, el Cine San Martín, el Molino de la familia Campodónico, los viejos muros perimetrales del club Estudiantes, el ex Distrito Militar donde hoy funciona la Facultad de Artes de la Universidad y el aeropuerto local.

En Berisso también se usaron ladrillos de la planta en las instalaciones de os frigoríficos Swift y Armour, la fábrica de Sombreros, el Hogar Social y varias viviendas particulares; mientras que en Ensenada se encontraron en la Destilería de YPF.

Pero la planta no solo abastecía de ladrillos a La Plata, sino que también realizaba envíos a la ciudad de Buenos Aires y otros puntos del interior del país. Dos de los proyectos más importantes acometidos por la firma de los Ctibor fueron la provisión de ladrillos para las obras del Ferrocarril del Sud y los subterráneos de la Capital Federal, obras que demandaron unos 55 millones de ladrillos de confección industrial. Desde Ringuelet también se aportó a la construcción de emblemáticos edificios porteños como la torre Kavanagh, algunos docks en lo que hoy es Puerto Madero, la actual Usina del Arte y el Museo de Bellas Artes.

EL IMPERIO DEL LADRILLO HUECO

A lo largo del tiempo, en la planta de Ringuelet se fabricaron básicamente cuatro tipos: macizos, perforados, refractarios y huecos. A partir de los años 40 empezó a crecer el uso de los ladrillos huecos que habían comenzado a fabricarse casi dos décadas atrás. Con el surgimiento del hormigón armado el ladrillo pierde terreno en cuanto a su capacidad portante y su utilización principal tiene que ver con los cerramientos. Es decir, la industria cambia.

A su vez, la evolución tecnológica fue dejando atrás el horno Hoffmann para pasar a lo que se conoce técnicamente como “hornos de túnel”, que se habían comenzado a usar en Europa en la década del 60 y que disminuían sensiblemente el tiempo de producción. A su vez, se daba paso a un nuevo proceso de fabricación que permitía reunir todas las etapas en un único edificio. Para 1995 la fábrica de Ringuelet había quedado rodeada de casas por el avance de la urbanización y fue entonces que se decidió desactivarla. Su ubicación privilegiada hizo que al año siguiente el predio fuera alquilado por un hipermercado que usó buena parte del terreno para construir el estacionamiento.

En 1998 la fábrica de ladrillos renació por impulso de Jorge Ctibor, nieto del pionero y responsable desde 1978 de la firma, cuyo directorio integran también otros miembros de la familia. Así, radicada en el Parque Industrial de Abasto se inauguró rebautizada como Cerámica Ctibor y abocada a la fabricación de ladrillos huecos mediante procesos automatizados y equipamiento de avanzada. Desde allí se provee a un amplio mercado que abarca prácticamente toda la provincia de Buenos Aires así como Rosario y su zona de influencia. La firma hoy es presidida por otra representante de la cuarta generación: Eugenia Ctibor, que además es, desde abril último, presidente de la Unión Industrial del Gran La Plata.

Sin bien la rehabilitación de la planta se fue haciendo imprescindible por los cambios en el mercado, en la decisión influyó el peso del legado familiar: Jorge siempre repite que siente una gran responsabilidad y orgullo al pensar que de la empresa de sus ancestros “salió el material con el que está hecha prácticamente toda la ciudad”. 

Para el empresario: “Cerámica Ctibor ha logrado un alto grado de madurez y organización en un sistema de management en el que el directorio se enriquece a partir de una dinámica multidisciplinar. Aún así la estructura sigue teniendo las mismas cualidades propias de una empresa familiar que son la pasión, la convicción y el compromiso”.

HUELLAS DE LA HISTORIA

Acompañado por el entusiasmo de la familia, Jorge Ctibor impulsó el proyecto para crear un museo con la idea de poder recuperar el valor histórico, tecnológico, social, arquitectónico y científico del sitio donde funcionó la antigua fábrica. Al edificio se le habían anexado dos viviendas, una a cada lado de la planta en “U” destinadas al gerente y capataz respectivamente.


La chimenea del vieojo horno de Ctibor que puede verse desde el Camino Centenario se encuentra en un proceso de puesta en valor


Se procedió a un trabajo de restauración e intervención a cargo del arquitecto Guillermo García quien inició la tarea en 2004 transformando la vieja casona de ladrillo sin revocar de unos trescientos metros cubiertos que fue la administración de la planta en el Museo del Ladrillo. Se eliminaron revoques internos posteriores a la obra original y se relocalizaron vigas, aberturas, zinguerías, pisos de pinotea, objetos de bronce que se habían rescatado de la demolición de otros sectores de la vieja planta.

Al descubrir los muros interiores se advirtió que estaban construidos con ladrillos con fallas e imperfecciones en el proceso de cocción que se advierten a simple vista por su coloración. Además, durante las tareas de puesta en valor se halló en el patio un viejo pozo con desperdicios del que se extrajeron en una tarea de antropología urbana diferentes objetos desde frascos de esencias, botellas hasta un juego casi completo de vajilla que hoy se encuentran exhibidos junto a los elementos que dan cuenta de los procesos productivos en distintas épocas a lo largo de la vida de la fábrica. En los trabajos se logró reconstruir el escritorio original de la oficina de administración, además de varias máquinas, herramientas y ladrillos de antigua data, algunos con el viejo sello Ctibor.

En septiembre de 2007 el horno principal y la estructura existente, cuya parte más visible es la chimenea de unos 35 metros de altura fue declarado “Patrimonio de Interés Municipal Arquitectónico de la Ciudad de La Plata”, en unión con el conjunto de bienes y componentes de la fábrica de la familia Ctibor.

Para poder abocarse a la preservación integral del viejo complejo industrial se creó en 2008 la Fundación Espacio Ctibor que al año siguiente consiguió, como primer gran logro: inaugurar el Museo del Ladrillo.

Único en su tipo en el país y con escasos antecedentes en el mundo, el museo cuenta con cinco salas de exposición permanente, una galería semicubierta, un salón de usos múltiples y una sala de exposiciones temporarias o salón auditorio. A la escalera de ingreso, que exhibe el desgaste propio del uso intensivo por más de cien años se le anexó una de hierro que cumple con las reglas de seguridad para el ingreso de visitantes permitiendo, a su vez, el resguardo de la original. La historia de la empresa familiar está condensada en el libro Ctibor. Tradición y futuro de la industria ladrillera, editado en 2019 y del que se han tomado varias de las fotos que ilustran este artículo.

Desde hace casi una década los Ctibor trabajan para recuperar el horno mayor con que contaba la fábrica que en su chimenea lleva el nombre Ctibor y la fecha 1905.

Ante el ostensible deterioro que presentaba el lugar en manos de una firma comercial estadounidense que se había comprometido a su mantenimiento, los descendientes del fundador de la ladrillera iniciaron en 2014 una cruzada para lograr la desafectación de ese espacio de la zona comercial y tras largas conversaciones consiguieron en febrero de 2018 recuperar el control tras acordar una devolución a cambio de otra porción de terrenos aledaños.

En base a un relevamiento del lugar y el estudio de documentos históricos se estableció un plan integral de actuación en procura de su refuncionalización. Comenzó así un trabajo de recuperación artesanal y puesta en valor de la estructura anular en que se ubicaban los ladrillos para su cocción. También se acometió el apuntalamiento y restauración de la chimenea, referencia ineludible para quienes ingresan al casco urbano desde el norte por el camino Centenario. El conjunto estará rodeado por un espacio público que llevará el nombre del precursor de la empresa.

Según explicó María Victoria Ctibor, bisnieta del fundador y miembro de la Fundación, “la idea es convertir ese lugar en un espacio destinado a la cultura para que todos los platenses puedan conocerlo y disfrutar de un espacio que es patrimonio de la ciudad”. Será un nuevo espacio de arte y tecnología que permita la exhibición de obras artísticas vinculadas a la temática de la industria, la cerámica y la historia de la ciudad y su evolución, devolviendo así este bien tan preciado bien a la comunidad.


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Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz, egresado y docente en la UNLP

 


Adolfo María Pérez Esquivel egresó de la Facultad de Bellas Artes de la UNLP y más tarde se convirtió en docente de la Facultad de Arquitectura de esta casa de estudios. Durante 25 años enseñó en escuelas primarias, secundarias y en la Universidad, además de trabajar como escultor. (Una de sus esculturas a los 30.000 desaparecidos, se encuentra en La Plata en los jardines del Palacio Legislativo sobre calle 7 casi 53.)

En la década del sesenta comenzó un trabajo con organizaciones de base de movimientos cristianos y fundamentalmente con los sectores más pobres. Posteriormente participó de los movimientos de no violencia y en 1973 publicó el periódico “Paz y Justicia” para difundir esa filosofía.

Ocurrido el golpe militar de 1976, Pérez Esquivel contribuyó a la organización de organismos en defensa de los Derechos Humanos. Así surgieron movimientos como los de Madres de Plaza de Mayo, Abuelas de Plaza de Mayo, la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos.

El servicio Paz y Justicia fue un ámbito de apoyo y defensa de los Derechos Humanos y desarrolló una fuerte campaña internacional para denunciar las atrocidades de la dictadura.

En agosto de 1976 fue detenido, torturado y permaneció en prisión 14 meses y en libertad vigilada otro tanto.

En 1980 recibió el premio Nobel de la Paz por su trabajo en defensa de los derechos Humanos. En su discurso de aceptación le afirmó al mundo que no lo asumía a título personal sino “en nombre de los pueblos de América Latina, y de manera muy particular de mis hermanos los más pobres y pequeños, porque son ellos los más amados por Dios; en nombre de ellos, mis hermanos indígenas, los campesinos, los obreros, los jóvenes, los miles de religiosos y hombres de buena voluntad que renunciando a sus privilegios comparten la vida y camino de los pobres y luchan por construir una nueva sociedad”.

El profesor Pérez Esquivel es además, presidente del Consejo Honorario del Servicio Paz y Justicia América Latina, presidente ejecutivo del Servicio Paz y Justicia Argentina, de la Comisión Provincial por la Memoria de Buenos Aires, de la Liga Internacional por los Derechos y la Liberación de los Pueblos, de la Academia Internacional de Ciencias Ambientales, de la Fundación Universitat Internacional de la Pau de San Cugat del Vallés (Barcelona), y del Consejo Académico de la Universidad de Namur, Bélgica.

También es miembro del Tribunal Permanente de los Pueblos, del Comité de Honor de la Coordinación internacional para el Decenio de la no-violencia y de la paz, del Jurado Internacional del Premio de Derechos Humanos de Núremberg, del jurado del Premio de Fomento para la Paz “Felix Houphouet Boigny” de la UNESCO, del programa de educación internacional “Peacejam”, del Consejo Mundial Proyecto José Martí de Solidaridad Mundial, del Consejo 

El día en que el padre de la bomba atómica visitó La Plata



Fue el 13 de septiembre de 1961. En esa fecha Julius Robert Oppenheimer dictó una conferencia en el Departamento de Física de la entonces Facultad de Ciencias Fisicomatemáticas, actual Ingeniería. Previamente, recibió el título de Doctor Honoris Causa en el rectorado de la Universidad Nacional de La Plata.

La figura del físico nuclear estadounidense Oppenheimer, nacido en Nueva York el 22 de abril de 1904 y fallecido en Princeton (Nueva jersey) el 18 de febrero de 1967, cobró gran relevancia en el último tiempo a partir del film “Oppenheimer”.

La película, dirigida por Christopher Nolan, fue estrenada el 20 de julio en Argentina y es furor a nivel mundial. Trata sobre la vida del científico quien trabajó con un equipo de expertos durante el “Proyecto Manhattan”. El plan fue una iniciativa del gobierno de Estados Unidos que, posteriormente, condujo al desarrollo de la bomba atómica.

El paso de Oppenheimer por la ciudad de La Plata quedó registrado en el Boletín Informativo Nº 8 de la Facultad de Ciencias Físicomatemáticas (septiembre-diciembre de 1961) y que se conserva en el edificio del Sistema de Información Integrado (SII) Biblioteca “Julio R. Castiñeiras” de la Facultad de Ingeniería.

De acuerdo a la publicación, el 13 de septiembre de 1961 “concurrió a la Universidad Nacional de La Plata el sabio norteamericano Robert Oppenheimer, director desde 1947 del Instituto de Estudios Superiores de Princeton”.

En el edificio de la Presidencia fue recibido por el doctor Danilo C. Vucetich, presidente de la UNLP, el decano de la Facultad de Cs. Fisicomatemáticas, doctor Germán Fernández y el Jefe del Departamento de Física, doctor Rafael Grinfeld. Además, estuvieron presentes consejeros universitarios, profesores y alumnos.

Durante su visita el presidente de la UNLP le otorgó el grado de Doctor Honoris causa, en nombre de la Universidad y de la Facultad de Ciencias Fisicomatemáticas, con la entrega del respectivo diploma y medalla.

De acuerdo a la publicación, “el doctor Vucetich destacó la personalidad y la obra realizada por el distinguido huésped, resaltando su extraordinaria labor en el campo de la física moderna, su posición humanista y su categoría de maestro, demostrada a través de largos años dedicados al servicio del progreso científico y social de la humanidad”.

Además, agrega el artículo, el presidente de la UNLP destacó su aporte a la ciencia y su “clara posición contraria al uso de la energía atómica con fines bélicos”.

También se destaca en la nota “su constante preocupación y su lucha porque la ciencia sea un vínculo de paz y progreso entre los pueblos y no vehículo de destrucción”.

El título de Doctor Honoris Causa es la más alta distinción que el Consejo Superior de la UNLP otorga a quienes hayan aportado a las ciencias excepcionales contribuciones que signifiquen notables progresos para las mismas y para la humanidad.

Luego de agradecer el homenaje, Oppenheimer efectuó una visita de cortesía al Gobernador de la provincia de Buenos Aires y, por la tarde, dictó una conferencia en el Departamento de Física sobre el tema “Descripción de partículas elementales”. Asistieron a la charla autoridades, profesores, graduados y alumnos de la Facultad de Ciencias Fisicomatemáticas.


Fuente UNLP

1882: así se construyó la Presidencia de la UNLP



Breve recorrido por la construcción que nació como sede del Banco Hipotecario y casi es demolida por el gobierno militar.


Cientos de platenses caminan diariamente bajo la atenta mirada de la estatua de Joaquín V. González, en 7 entre 47 y 48. Testigo silencioso de una gran cantidad de manifestaciones estudiantiles, la figura del padre de la Universidad Nacional de La Plata se impone delante del edificio de Presidencia, donde actualmente funcionan un sinfín de oficinas administrativas, un archivo histórico y hasta una sala de Consejo Directivo. Sin embargo, el inicio de una de las construcciones más icónicas de la ciudad tuvo un origen alejado de la educación superior.

La historia comienza en 1882, luego de la creación de La Plata como capital de la provincia de Buenos Aires, el gobernador de aquel entonces, Dardo Rocha, decidió que el Banco Hipotecario bonaerense comenzara a funcionar en la ciudad cuanto antes. Un dato pintoresco es que, anteriormente, la entidad estaba ubicada en pleno centro de la Ciudad de Buenos Aires, en el edificio donde actualmente se encuentra el Banco Central de la República Argentina.




Vale destacar que la construcción del Hipotecario fue una de las grandes obras que se hicieron en La Plata, junto con la Gobernación, la Municipalidad, la Catedral, Tribunales, entre otros. A pesar de la magnitud de esta sede, los trabajos se iniciaron a fines de 1882 y finalizaron en noviembre de 1884.

“Era un edificio que no estaba dentro del plan fundacional que comprende el trazado de la ciudad y el proyecto de los principales edificios. Hubo un concurso internacional para los proyectos de los edificios de la Municipalidad, Legislatura, Casa de Gobierno y la Catedral. De todos esos, los únicos que se les otorga un premio son al Municipio y la Legislatura. Los demás, los termina realizando la sección de Arquitectura del Departamento de Ingenieros que dirigía el ingeniero Pedro Benoit. Hay otros edificios que no pertenecen a ese plan, pero que de alguna manera adoptan las bases del concurso internacional. Estos son los edificios rodeados de jardines como Banco Hipotecario Provincial, que después sería la Presidencia de la UNLP y la Casa Matriz del Banco Provincia, que está al lado”, cuenta el arquitecto y ex decano de la Facultad de Arquitectura de la UNLP, Fernando Gandolfi.




El diseño del proyecto fue encargado al arquitecto italiano Giovanni Antonio Buschiazzo, quien contó con la colaboración del Ingeniero Luigi Viglione. Para su desarrollo, siguieron los lineamientos de la arquitectura monumental que caracterizaba (hasta el día de hoy) a los edificios de la época de la fundación de La Plata: una manzana entera con jardín perimetral, piano nobile (planta principal), fachadas con estilo ecléctico y cubierta tipo mansarda.

De esta forma, sobre la icónica avenida 7 de la capital bonaerense quedó consolidado una suerte de “eje bancario”. Es que al Banco Hipotecario Provincial y al Banco de la Provincia de Buenos Aires se incorporó la Bolsa de Comercio (en 6 entre 45 y 46), luego el Banco Nación (primero en 47, y desde 1917 en 7 y 48), el Banco Hipotecario Nacional (activo desde 1886, aunque su sede actual de 7 y 49 data de la década de 1920) y el Banco de Italia y Río de la Plata (instalado en 1888 en 7 y 48).

Sin embargo, como consecuencia de la profunda crisis que afectó al país durante la presidencia de Miguel Juárez Celman, el Banco Hipotecario bonaerense cerró sus puertas. Así, el edificio comenzó a albergar a la Universidad Provincial de La Plata.




La flamante casa de estudios quedó inaugurada públicamente el 18 de abril de 1897 bajo el mandato de Dardo Rocha, que fuera elegido como su primer Rector, y extendió su vida académica hasta 1905. Por aquel entonces, solo tenía tres facultades: Derecho, Fisicomatemáticas y Química. Además de una Escuela de Parteras.

La Universidad funcionó entre 1897 y 1905 en condiciones precarias por falta de recursos materiales y elementos para la enseñanza. Durante el transcurso del año 1904 la evidente decadencia de la casa de altos estudios bonaerense no escapaba a la visión de intelectuales y políticos, y esto se reflejaba principalmente en la escasa concurrencia a sus aulas.




“Esa Universidad provincial es el antecedente de la Universidad Nacional, de 1889, empieza a funcionar únicamente en ese edificio. Esa sede del Banco Hipotecario de la Provincia de Buenos Aires dejó de existir como institución y fue cedido a la Universidad provincial. Tuvo una vida efímera y poco efectiva”, dice Gandolfi. Y agrega: “El gran proyecto es el de Joaquín V. González. Se habla de que la Universidad fue nacionalizada, pero en realidad se trata de un proyecto nuevo para una Universidad nacional”.

Con la nacionalización de la casa de altos estudios, Joaquín V. González asumió como su primer Presidente de la Historia y, desde ese momento, dio inicio a un crecimiento sostenido. Con la integración de algunas unidades académicas como la Facultad de Veterinarias y Ciencias Agrarias, el Observatorio y el Museo de Ciencias Naturales.

Actualmente es un error decir Rectorado, está instalado hasta en las propias autoridades de la Universidad, pero es el edificio de la Presidencia. Joaquín V. González entendía que la Universidad era una República que tenía una Federación de provincias, que eran las facultades. Por eso hay que hablar de Presidente de la Universidad y no de Rector”, aclara Gandolfi.

EL EDIFICIO

Tanto Gandolfi como la Arq. Ana Ottavianelli forman parte del Instituto de investigaciones en Historia, Teoría y Praxis de la Arquitectura y la Ciudad (HiTePAC) e impulsaron un extenso trabajo sobre la historia del edificio de Presidencia de la UNLP y las modificaciones que se hicieron desde su inicio hasta la actualidad.

La investigación cuenta con fragmentos muy interesantes en los cuales se detalla las particularidades de la construcción y fotografías que permiten apreciar los cambios en la fachada y en sus alrededores.

En ese sentido, se destaca que la planta del edificio de la UNLP se organiza alrededor de dos patios o claustros. El principal, con una columnata perimetral, permanece en estado original; mientras que el segundo fue transformado y ocupado por otros bloques.




La fachada principal es simétrica y cuenta con una escalinata central que conduce a las puertas principales vigilada por dos esculturas. En lo alto, tres ventanas, el nombre “Universidad Nacional” y arriba un reloj que corona la entrada. Esta verdadera joya arquitectónica la culminan una mansarda a la francesa y una cúpula con aguja.

En 1930, el acceso principal quedó custodiado por la imagen de Joaquín V. González. Una imponente estatua de bronce realizada por el escultor argentino Hernán Cullen.




Otra de las particularidades es que en su interior hay tres tipos de pisos: mosaicos calcáreos prensados para el patio y las galerías; tablas de pinotea para los locales estándar; y de marquetería para las oficinas más importantes.

MODIFICACIONES Y UN POLÉMICO PROYECTO

Con el correr de los años, la Universidad fue creciendo a pasos agigantados y las autoridades que pasaron por el sillón de 7 entre 47 y 48 fueron impulsando distintos cambios en la estructura original.

De acuerdo a la investigación, en 1960 el edificio de Presidencia sufrió transformaciones como construcción de entrepisos, supresión de los arcos de las ventanas de la fachada, partición de locales y colocación de equipos de aire acondicionado.

Sin embargo, un hecho puntual cambió completamente la historia de la arquitectura de la ciudad.




En 1966, se inició la construcción de un edificio anexo a la Casa Matriz del Banco Provincia, en la manzana contigua a la de la sede universitaria, sobre el sector de jardines frente a calle 6. La obra, más allá de ser una intervención arquitectónica poco estridente, sentó un precedente poco deseable para la ciudad al ocupar buena parte de uno de los jardines que formaba parte de su identidad urbana, de su imagen histórica.

En 1968, la autodenominada Revolución Argentina había intervenido el Rectorado de la UNLP y diseñó un Plan de Desarrollo Físico, cuyo objetivo era organizar los edificios de las Facultades de Derecho, Humanidades y Ciencias Económicas. Esto suponía no solo la construcción del edificio de aulas (actualmente funciona el Edificio Sergio Karakachoff) sino que también la demolición del antiguo –llamado así por el gobierno militar- Rectorado.




Aunque el Edificio Tres Facultades nunca fue terminado, y el edificio de Presidencia no fue destruido, se llegó a concluir una parte en forma de “ele” que ocupa los jardines del antiguo del edificio del Banco Hipotecario.

Lo llamativo es que este proyecto se manejó con mucho hermetismo por parte de los interventores de la UNLP y generó polémica entre los vecinos de La Plata, entendiendo que este bloque de hormigón iba a romper la armonía del espacio urbanístico de la ciudad. Por aquel entonces, los edificios bajos y jardines no se correspondían con el concepto de “moderno”.

Otra particularidad de este proyecto es que fue la propia Universidad la que degradó su hábitat, ya que perjudicó la estructura del edificio de Presidencia sobre todo en sus aspectos funcionales, estéticos y los referidos a la habitabilidad. Primero se hizo una gran excavación en dos lados del terreno y se instaló un imponente bloque de cemento de ocho niveles para las tres facultades. También se construyó un auditorio y la pequeña torre para oficinas de Rectorado.




"Esto fue la construcción de unos pabellones que estaban en la esquina, pero lo principal, el mayor conflicto, fue la destrucción de los jardines. El resto eran construcciones menores. Es un edificio de alguna manera escandaloso que, incluso, contemplaba la demolición del edificio principal. Según ese proyecto, la actual Presidencia se demolía e iba al lugar de la esquina de 7 y 47: un edificio de 5 o 6 pisos que iba a ser en sí el edificio de la Presidencia”, completó Gandolfi. 

Por último, vale mencionar que el edificio apodado "Tres Facultades", fue motivo de múltiples mitos urbanos. Quizás el más conocido es que los planos fueron diseñados para “levantar” una cárcel y que había sido construido de esa forma para que no puedan ser tomadas por los supuestos internos.

REVALORIZACIÓN DEL ESPACIO

Con el regreso de la democracia, las autoridades proyectaron distintos trabajos tendientes a recuperar el edificio, pero se encontraron con un gran problema: la proximidad del bloque de hormigón.

Esta revalorización incluyó la supresión de entrepisos, demolición de grandes salones (Consejo Superior) y restauración de cielorrasos, pisos de madera y trabajos de carpintería.

El palacio actualmente consta de dos cuerpos. El principal está ocupado por oficinas de la Presidencia mientras que el secundario sufrió más cambios, a raíz de la instalación de aulas.

El patio, por su parte, tiene un significado especial ya que fue sede de protestas estudiantiles, actos de reparación de legajos de estudiantes desaparecidos y entrega de Títulos Honoris Causa. Las autoridades instalaron un cerramiento traslúcido rebatible en forma electrónica, que permite usarlo eventualmente para actividades públicas de forma previsible.

En cuanto a la fachada, se refaccionaron todas las aberturas y persianas; como así también la renovación integral de la pintura y reparación de molduras.

En 2010, en tanto, la casa de altos estudios logró recomponer el reloj que corona la entrada al edificio y que había comenzado a marcar la hora en 1895. Un desperfecto mecánico lo mantuvo sin funcionar hasta que el relojero Javier Ahumada logró darle vida a esta reliquia. “Recuperé su máquina, sonería, agujas y números. Iluminé su esfera y puse en condiciones la sala de máquinas”, había manifestado en ese momento.




También hubo una parquización del espacio verde, que incluyó la plantación de nuevos ejemplares de naranjos sobre la vereda interna. Además, se colocaron 200 metros lineales de rejas de hierro macizo, compuestas por columnas reforzadas y paños de 4.50 metros, con una altura de 3.50. Las mismas respetan las características originales del edificio.

Sobre las oficinas administrativas, en tanto, las autoridades impulsaron trabajos de adecuación y mejoras en los espacios y equipamiento de las distintas oficinas. Incluyó la recolocación de los equipos de aire acondicionado.

Lo cierto es que esta sede bancaria que no fue, hoy en día es una verdadera fábrica de conocimientos que guarda en cada uno de sus rincones actividades de congresos, posgrados y vinculación comunitaria, poniendo a disposición sus tres salones –Superior, “Dardo Rocha” y “Alfredo Palacios”.

 

0221.com.ar / Begum / Martin Arrua

 

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