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Los senegaleses en La Plata


Los senegaleses, que desde años recorrían las calles cargados de mercadería, dejan la ciudad empujados por la crisis. Historia de un fenómeno en retirada.

16-6-2022.- La ausencia de oportunidades de progreso en el adverso contexto económico y la persistente tensión con los organismos de control estatal conforman los principales motivos para que, después de casi dos décadas de haberse manifestado, el fenómeno de los migrantes provenientes de países africanos atraviese hoy una marcada retirada en La Plata.

Según datos de la propia comunidad, de los cerca de 220 migrantes senegaleses que llegó a existir en la región del Gran La Plata hoy sólo quedan 140. Y el éxodo continúa. Parten en busca de nuevos horizontes hacia Europa y Estados Unidos.

Quien está al tanto de todas estas cuestiones en la ciudad es el referente senegalés Cheikh Gueye, que atiende un puesto en la esquina de 12 y 56. Es el único de la comunidad que habla bien el español y con el correr de los años se fue convirtiendo en la voz de sus compañeros. Gueye pasó su infancia y adolescencia en Beud Forage, una pequeña aldea ubicada en la región de Louga en donde viven apenas treinta familias y que surgió a fines de los ´70 atravesada por la ruta Nacional 2 que une las dos costas de Senegal, donde, según datos de la Organización de Naciones Unidas (ONU), la mitad de sus 16 millones de habitantes vive por debajo del umbral de pobreza. No obstante, el país está bien lejos de integrar el pelotón de los peores del continente.

A diferencia de otros territorios de África, caracterizados por décadas de inestabilidad política, violencia y regímenes autoritarios, Senegal ha tenido alternancias democráticas pacíficas y no ha sufrido golpes de Estado y, según datos de la ONU, mantuvo en la última década una etapa de crecimiento económico constante. Posee un tipo de cambio fijo respecto al euro y tiene en marcha un plan de construcción de infraestructura y viviendas, así como incursiona en las energías renovables y aplica un programa de soberanía alimentaria a partir de la modernización de su agricultura. No obstante, en el país de Cheikh Gueye, la pobreza y el desempleo en que vive buena parte de la población dan lugar a un modelo de emigración que impregna la cultura. Se calcula que hay casi 700.000 senegaleses desperdigados por el mundo. El mayor éxodo de la historia se produjo entre 2005 y 2009. El gran desafío de Senegal sigue siendo revertir el drama del desempleo: casi el 40 por ciento de los jóvenes está desocupado. En algunas zonas del país, como en Louga, a esta problemática se le suman las grandes sequías y las altas tasas de malnutrición que superan el umbral de alerta del 15 por ciento de la población.

En mi pueblo aprendemos a compartirlo todo; la agricultura nos da provisiones solamente durante tres meses al año, durante los meses de lluvia (julio, agosto y septiembre). Después no hay nada más para hacer—cuenta Cheikh, que tiene 43 años y llegó a La Plata en 2014, luego de pasar seis años en España.


EL DESEMBARCO

La llegada masiva de senegaleses a la Argentina arrancó a mediados de la década del ´90; y el flujo se incrementó con la llegada del nuevo siglo, junto con cierta diversificación en cuanto a los países de procedencia: a los primeros que llegaron provenientes de Senegal se les sumaron jóvenes oriundos de Nigeria, Ghana, Camerún, Sierra Leona y Mali, entre otros países del África subsahariana.

La Plata empezó a recibir senegaleses en 2006. En su mayoría eran varones y del grupo étnico wolof. No bien pisaron la capital de la provincia de Buenos Aires alquilaron habitaciones o casas en las afueras y comenzaron a caminar la calle mediante un método que de a poco fueron abandonando: la venta con maletines negros repletos de relojes, que trasladaban y ofrecían de un lado a otro, por toda la ciudad. Una regla importante para la concreción del proyecto migratorio del cual participaron esos primeros senegaleses fue asentarse en un espacio donde los riesgos se minimizaran, afirma un artículo de las antropólogas María Luz Espiro y Bernarda Zubrzycki, publicado en 2013 en la revista Question editada por el Instituto de Investigaciones en Comunicación de la Facultad de Periodismo y que lleva por título “Tensiones y disputas entre migrantes africanos recientes y organismos de control estatal. El caso de los senegaleses en la ciudad de La Plata”.

“Los primeros migrantes senegaleses que llegaron a La Plata para trabajar en la venta ambulante tenían una cierta percepción de la ciudad y sus habitantes como un buen lugar para vivir y trabajar, lo cual parecía indicar un espacio sin riesgos. No obstante, con el paso de los años esta percepción original fue cambiando y La Plata comenzó a vivirse como un lugar de conflictos e inestabilidad laboral”, sostienen las investigadoras. En su trabajo señalan que la actividad de venta callejera desarrollada por los senegaleses se circunscribía a calles céntricas de la ciudad y a zonas comerciales próximas a la estación del tren. Para Espiro y Zubrzycki, “el desempeño en esta actividad responde a diversas dimensiones identitarias que se fueron entramando a lo largo de los años. De este modo, la venta ambulante delinea un circuito en el cual se insertan quienes emigran y se consolida como uno de los hilos de la matriz que sostiene a la comunidad. Además de sus referentes, que de algún modo actúan como nexo para un inserción amable y cuidada para los recién llegados”.

En general, los migrantes buscan un destino donde ya tienen algún familiar asentado; lo que les permite, en teoría, mejores condiciones para enfrentar la inserción inicial que suele enmarcarse en redes solidarias y de vinculación con los orígenes.

En diciembre de 2020 la Defensoría del Pueblo bonaerense, el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la provincia, el Consejo Social de la Universidad Nacional de La Plata y el Centro de Estudios para la Gobernanza de La Plata realizaron una encuesta que indicaba que el 53 por ciento de la comunidad senegalesa, mayoritariamente integrada por hombres de entre 20 a 50 años, presentaba una residencia precaria y sólo el 10 por ciento se hallaba nacionalizado. Frente a la consulta por las expectativas respecto a la residencia en Argentina, las palabras que más repetidas en aquel trabajo fueron  “trabajar”, “ayudar a la familia”, “juntar plata”. Lo que da cuenta de que la posibilidad de acceder a un trabajo es la espina dorsal del proyecto migratorio de esta comunidad.


TENSIONES Y ÉXODO

La secuencia se suele repetir: un senegalés le avisa a otro que están llegando ellos y ese otro hace correr la voz a través de mensajes de WhatsApp. En cuestión de minutos todos los vendedores ambulantes ya están al tanto. La policía bonaerense se acerca y les requiere documentación, les rechaza el pasaporte o algún otro documento, les pide el DNI y como, por lo general no lo tienen, proceden a retenerlos. Enseguida llega Control Urbano. Se genera una discusión, que termina con el decomiso de mercadería. En muy pocos casos se labran actas. La escena se repite siempre con los mismos actores, aunque a veces cambia el orden de llegada: unas veces Control Urbano actúa primero; otras veces lo hace la policía. Detrás de muchos de estos operativos están los reclamos de los comerciantes establecidos que consideran la venta ambulante como una competencia desleal.

Lo cierto que el modus operandi sobre los senegaleses no es nuevo, como tampoco lo es la organización que han podido crear entre ellos para intentar defender el medio laboral con el que intentan salir a flote y enfrentar el día a día: la venta en la calle de relojes, bufandas, bijouterie, cinturones y otros artículos.

“Ahora estamos viendo si conseguimos lugares dentro del casco urbano que no sean tan lejos del centro. Organizar la calle para que no se nos vea tanto y no haya problemas con la municipalidad. Pero es cada vez más difícil; hay muchos que se fueron y es difícil que vuelvan”, asegura Cheikh. Y agrega: “Pero vendrán otros”.

—¿Es cierto que muchos han decidido partir en los últimos tiempos? ¿Se fueron a Senegal? -

—No. Se fueron a Europa o Estados Unidos.

—¿Y has tenido contacto con ellos, qué cuentan de allá?

—Dicen que están mejor. Hay laburo. Trabajás y ganás algo más. No es como acá que el peso no vale nada.

—¿Extrañás Senegal?

—Sí, todos extrañamos nuestro lugar.

A diferencia de sus compatriotas, Cheikh confía en tener oportunidades aquí y está intentando traer a parte de su familia desde Beud Forag, donde está su esposa con sus dos hijos varones de 15 y 7 años.

—Soy ya ciudadano argentino. Siempre algo voy a poder hacer acá. Si estamos en otro país sería como ilegal de nuevo, y eso hace todo más difícil. Es cierto que en Estados Unidos o Europa se puede ganar más plata vendiendo en la calle, pero allá la policía te lleva preso, ya pasó en España cuando estuve. Es más duro estar bien. No se puede hacer lo de acá, que peleamos por estar mejor.

Ante los obstáculos y contratiempos, los senegaleses se aferran a su fe en el Corán, que trajeron consigo desde el otro lado del océano.

—Nuestra religión nos enseña que cada vez que pasa algo con hermanos musulmanes y hay algo para hacer para que los demás estén bien, lo hago. Es como si fuera una obligación, un deber que tenemos.

La mayoría de la población de Senegal es musulmana de tendencia sufí y se divide en cofradías encargadas de continuar con el legado de los antecesores. Semanalmente hay reuniones de rezo que en un primer momento se hacían en Plaza Italia o Plaza San Martín aunque después se buscaron espacios de oración para garantizar las condiciones en que debe desarrollarse el rito.

Existe en la comunidad un apoyo que funciona estratégicamente y tiene raíces históricas que perfilan a los senegaleses como especialistas en lo que hacen. Móodu-Móodu es el término que en wolof –una de las lenguas que hablan los senegaleses– se refiere a una persona con cierto estilo de vida cuyo sentido primordial es la actividad comercial, la religiosidad y el ahorro. Cuando alguien de la comunidad pierde su mercadería en manos de las fuerzas del orden, existe un apoyo paliativo: sus compañeros de casa o habitación le dan un poco de mercadería para que al día siguiente reanude su trabajo y ganar el dinero que necesita.

Existe un hecho fundante de violencia contra los senegaleses en La Plata. El 26 de junio de 2011 el municipio, entonces gobernado por el justicialista Pablo Bruera, montó un operativo para desalojar de vendedores ambulantes la tradicional feria artesanal de Plaza Italia. Del mismo participaron agentes de Control Urbano, la policía bonaerense, la Dirección Nacional de Migraciones, AFIP y del Ministerio de Trabajo Provincial. Según la versión oficial se inspeccionaron todos los puestos de venta y sólo se decomisó la mercadería de aquellos que no tenían el permiso correspondiente. Sin embargo, testigos contaron que los vendedores senegaleses ya habían desarmado sus puestos y estaban yéndose de la plaza cuando los agentes los detuvieron a dos de ellos por supuesta “resistencia a la autoridad”. Un video que aún puede verse en Youtube muestra en imágenes aquella tarde de golpes, llantos y detenciones.

A raíz de ese suceso, los senegaleses no pudieron volver a vender en la feria; a cambio se les otorgó un espacio para que dispusieron de un lugar propio con permisos; pero el predio se encontraba casi en las afueras de la ciudad, alejado del circuito comercial y de los lugares de mayor tránsito; lo que volvía prácticamente imposible conseguir ventas que permitieran subsistir en ese contexto.

El colectivo de abogados populares La Ciega hace años que da respaldo jurídico a la comunidad originaria de África. Los letrados sostienen que, con el pretexto de prohibir la venta ambulante, lo único que se hizo fue perseguir de forma “sistemática y selectiva a los manteros de Senegal, aprovechándose de su especial situación de vulnerabilidad”. No sólo la vulnerabilidad que implica la cuestión migratoria sino también la legal: en Argentina no existe ni un consulado ni una embajada de Senegal que los ampare. Es por esto que, según dichos de la propia comunidad, tanto Control Urbano como la policía han perseguido con total impunidad en operativos violentos y racistas en los que los senegaleses fueron, siempre, golpeados e insultados. Les han armado causas penales, les han robado sus mercaderías de ventas sin labrar las actas correspondientes y los han hostigado hasta el cansancio.

“Todo eso atenta contra el derecho a la igualdad y no discriminación contemplados en normas nacionales, en la Constitución y en tratados internacionales. Y además infringe múltiples artículos de la Ley Nacional de Política Migratoria, que hace responsable no sólo al Estado Nacional sino también a los estados provinciales y municipales a la hora de integrar a las comunidades migrantes a la sociedad a través de distintas políticas públicas”, sostiene el abogado Damián Brumer, integrante de La Ciega.


ORGANIZADOS

Fue en 2014 cuando los senegaleses de la ciudad comenzaron a formalizar su organización: armaron una reunión y eligieron a cuatro representantes que oficiarían como voceros del grupo frente a organismos del Estado. Tres años después, lograron entablar una primera mesa de diálogo con concejales de la ciudad. El referente senegalés de aquel entonces, conocido como Cisé, participó del encuentro y su balance fue que los ediles no escucharon en ningún momento sus necesidades, ya que les proponían talleres de formación profesional pero no se comprometían a dejarlos trabajar en la calle. Desde ese momento, la comunidad senegalesa comenzó a tener una postura abiertamente contraria a cualquier intento de sacar a los vendedores senegaleses de la calle.

Según el trabajo “Agencia y Asociacionismo en contextos de violencia institucional: el accionar de migrantes senegaleses en la Ciudad de La Plata” realizado en 2019 por Sonia Raquel Voscoboinik y  Bernarda Zubrzycki, a mediados del 2018 y a raíz de los incrementos de los operativos de control urbano, se produjo un nuevo caso de violencia institucional ejercido contra un vendedor senegalés. La Coordinadora Migrante y la Consejería para Migrantes, un espacio de trabajo con migrantes creado en la Facultad de Trabajo Social, convocó a organizaciones defensoras de los Derechos Humanos, a funcionarios, académicos y estudiantes a una reunión con los migrantes para establecer medidas colectivas que frenaran los atropellos. En ese primer encuentro se conformó la Asamblea por los Derechos de los Trabajadores Migrantes, la cual tuvo reuniones periódicas durante el resto de ese año para llevar adelante diferentes estrategias y acciones vigentes hasta hoy.

La primera medida que se tomó fue recabar datos de la comunidad para conocer las situaciones por las que atravesaban sus miembros para darle un marco a la lucha.

En 2020, desde el municipio de La Plata -por entonces ya gobernado por Julio Garro- se impulsó una denuncia penal en la que se planteó que los senegaleses eran víctimas de una “organización criminal transnacional que ejercía trata de personas" y que una mujer de origen senegalés “sería la cabecilla” de esas maniobras ilegales. Desde la intendencia se sospechaba que detrás de la venta ambulante llevada adelante por los 200 manteros senegaleses existía el delito de trata de personas. En la denuncia, presentada por la secretaria de Convivencia y Control Ciudadano de la comuna, Virginia Pérez Cattáneo, se pidió, asimismo, investigar si había “falsificación y reproducción de marcas” y “encubrimiento de contrabando” y “evasión tributaria”.

Por esa época, Pérez Cattáneo expresaba la decisión del gobierno local de erradicar la venta ilegal intentando abordar el tema de manera integral. “Se trata de buscar una solución concerniente a las políticas migratorias. Hay tintes humanitarios por resolver, pero manteniendo firme la decisión política de que el comercio ambulante en las calles de La Plata se tiene que terminar”, había indicado la funcionaria en declaraciones a la prensa.

Frente a la denuncia, la comunidad senegalesa salió rápidamente a contrarrestar la denuncia. En una entrevista con 0221.com.ar Cheikh Gueye dijo: “Hay solamente una cosa que es verdad, y hay que reconocerlo, que es (que se viola) la ley de la marcas ya que muchos chicos venden ropa con marca y eso sí es cierto, lo demás es mentira”. Gueye quien explicó, asimismo, que la mercadería que comercializaban era adquirida en La Salada y que no había “ninguna mujer que nos traiga la mercadería”.

Pocas semanas después la Municipalidad de La Plata pidió a la Justicia Federal abrir una investigación para aclarar la intervención del abogado Brumer quien, además de integrar el colectivo La Ciega y representar a los senegaleses, se desempeñaba como empleado del Tribunal Oral en lo Criminal y Correccional Federal N° 1 de La Plata. El municipio le solicitó tanto al tribunal como al Colegio de Abogados de La Plata que investigaran si era lícito que Brumer ejerciera actos propios de la profesión de abogado y al mismo tiempo integrara el plantel de un órgano del Poder Judicial circunstancia que, para los denunciantes, resultaba "absolutamente prohibida”.

En efecto, en 2019 Brumer había presentado una acción de amparo pugnando por el “cese de la persecución racial, de las acciones policiales violentas que recrudecieron y que se dirigían exclusivamente a estos vendedores”. Además, denunció que “el expediente tuvo muy lenta actividad jurisdiccional"  y que el titular del Juzgado Federal N° 4, Alberto Osvaldo Recondo, se declaró incompetente en esa causa y envió giró el caso a la jurisdicción provincial.

En marzo último el caso fue finalmente desestimado y archivado por inexistencia de delito. Según Brumer aquella denuncia "formó parte de una campaña de persecución política, mediática y judicial montada por las autoridades municipales". En el marco de la causa la fiscalía impulsó una serie de medidas de investigación sobre los senegaleses y sobre el abogado, que incluyó la intervención de inteligencia de la Prefectura Naval Argentina y tareas de vigilancia encubierta.

El censo realizado sobre la comunidad senegalesa daba cuenta de la precariedad de su vida y las dificultades para insertarse adecuadamente en el ambiente laboral platense. La pandemia y la profundización de las dificultades macroeconómicas profundizaron esa problemática y hoy muchos eligieron partir. Nadie sabe cual será su suerte. Sobre si en algún momento volverán a Senegal no hay datos precisos; pero el referente Cheikh Gueye sugiere algunas respuestas:

—No creo que se vuelvan a Senegal, tal vez sólo de visita. Allá no hay trabajo. Yo voy a ir en julio para preparar la venida de mi familia. Tal vez muchos de los chicos que hoy se van a otros países, volverán en un tiempo. Acá el peso no vale pero hay otras cosas buenas. En realidad, no existe ningún lugar perfecto.


221.com.ar / Andrés Pinotti

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