En el año 1965, la
Federación Gaucha Bonaerense había anunciado la iniciativa de incorporar a los
programas lectivos de las escuelas primarias y secundarias unos contenidos
tradicionalistas y costumbristas. No se trataba de crear asignaturas nuevas,
sino de agregar esos temas, transversalmente, a materias como historia,
geografía, castellano y música.
Recién en 1970 el
Ministerio de Educación de la Provincia hizo propio el proyecto y así,
tardíamente, entró el tradicionalismo gauchesco en los establecimientos de
enseñanza pública bonaerenses.
Mucho antes, el 10
de noviembre de 1939, se había festejado en San Antonio de Areco el “Día de la
Tradición”, por iniciativa de la “Agrupación Bases” que detentaba la custodia
de la casa del poeta Almafuerte en La Plata. Fue la primera celebración de
aquella fiesta que había sido creada por ley. Y se eligieron, como escenario,
los pagos de don Segundo Sombra, donde ejercía la intendencia municipal el
señor José Güiraldes. A partir de entonces, cada 10 de noviembre, el calendario
incluía el recordatorio oficial de nuestra memoria gauchesca.
Pero entre aquellas fechas de 1939 y 1970 hubo otra iniciativa provincial, que ponía su foco en el programa monumental de la Tradición. He aquí los pormenores, según quedaron escrupulosamente relatados en el folleto oficial compilado por Eduardo F. Rivas que publicó la Federación Gaucha Bonaerense en 1972, con motivo de la inauguración del monumento en la jurisdicción platense y en coincidencia con el centenario de la edición del Martín Fierro.
El 11 de noviembre
de 1942, tras el festejo del día anterior y aprovechando la presencia de una
delegación de Montevideo, se realizó en el Consulado uruguayo de La Plata una
reunión a la cual concurrieron representantes de la Federación Gaucha
Bonaerense junto al gobernador Rodolfo Moreno. Este último, en el ambiente de
confraternidad rioplatense que se había estrechado, expresó que el país estaba
en deuda con el gaucho y que esa deuda debía saldarse a través de un monumento.
Instó a la Federación y a la Agrupación Bases a coordinar un proyecto conjunto
de pueblo y gobierno.
La Federación
asumió por delegación de la Agrupación la tarea organizativa y constituyó una
“Comisión del Monumento al Gaucho”, con amplia integración oficial y ciudadana,
al margen de las antinomias políticas, que eran intensas y se aproximaban al
“fragoteo” revolucionario.
La primera reunión
se celebró el 23 de enero de 1943 en el despacho del gobernador. Aquel comité
colegiado estaba integrado por el arzobispo de La Plata, Monseñor Juan P.
Chimento, por el gobernador Moreno y otros numerosos miembros. Entre ellos, don
Santiago H. Rocca, figura patriarcal dentro del movimiento tradicionalista.
El 30 de enero se
asignaron los cargos directivos y la presidencia quedó a cargo de Enrique Arau.
Figuras ya conocidas como Vicente Solano Lima, el historiador Ricardo Levene,
el escritor Benito Lynch, la historiadora Arminda D´Onofrio, el general
Marcilesi, etcétera, ocuparon los sitios de los vocales.
El alejamiento de
Rodolfo Moreno de la gobernación -ya redactado el proyecto de ley- no implicó
un sensible retraso, dada la celeridad con que obró la comisión ante el
sucesor, que era Edgardo Míguez, y el expediente fue despachado el 18 de marzo
de 1943, con intención de concretar el homenaje ese mismo año. El Poder
Ejecutivo comprometía la suma inicial de $200.000. No era un mal comienzo.
Santiago Rocca
Pero la cesación de
Míguez en el cargo a causa de la Revolución del 43 detuvo la gestión. Cuatro
años después, en 1947, fue elevado un nuevo proyecto, designando en su articulo
2º una segunda comisión ad hoc, presidida por el Ministro de Gobierno,
estableciendo detalles de la convocatoria a un concurso, la elección del
ganador y la dirección de la obra. También se autorizaba a esa comisión a
recaudar contribuciones populares. El Poder Ejecutivo, por su parte, podía
invertir ahora hasta la suma de $300.000.
El proyecto fue
defendido en el recinto por el senador Enrique Molina, quien sostuvo que el
monumento debía “perpetuar en bronce la figura simbólica” tanto del gaucho como
de su máximo cantor José Hernández. Vale decir, dos programas conmemorativos en
un sólo dispositivo artístico.
Mollina hizo el
panegírico del gaucho, como guerrero y como hombre de campo, y destacó su
presencia en nuestra literatura. Terminó citando una frase del poeta Julio Díaz
Usandivaras: “Si la bandera argentina representa el símbolo de la Patria, el
gaucho representa el símbolo de nuestra tradición”.
Pese a esta
retórica convincente, el trámite parlamentario no fue fácil y volvió al recinto
en agosto de 1947, tras pasar por un par de comisiones. Aprobado entonces, pasó
a Diputados, donde se redujo el presupuesto oficial a $150.000. Con ello volvió
al Senado, donde Molina objetó la sensible reducción: pareciera que el destino
no quiere verlo al pobre gaucho a la par de los otros monumentos…
La votación resultó
desfavorable y el Senado decidió insistir en su primera versión. Pasado a la
Cámara Baja, hubo una discusión prolongada y hubo quienes abogaron por la suma
inicial de $300.000. Dijo el diputado Daniel Ferrer Burgueño: “Entramos en
regateos de pesos, con un criterio de mercaderes, como si pudiéramos medir el
corazón criollo…”
Tras algún
entredicho entre bancadas, esta vez el voto favoreció al proyecto original
dotado con la suma más generosa.
Si bien existía la
ley, todavía a finales de los años de 1950 no se había verificado ninguna
acción concreta en el sitio designado, aunque la Federación Gaucha no cejaba en
sus esfuerzos, tanto en pro del monumento como en favor de la memoria activa de
José Hernández. En este sentido, en 1958 se logró la colocación de un monolito
en las calles 508 y 132 de la ciudad de La Plata y, ese mismo año, se obtuvo la
denominación de “Parque de la Tradición Nacional” para el predio donde iba a
levantarse la estatua, frente a la Escuela Hogar “Servente”.
Recién en 1962 la
Federación pudo reconstituir su directorio y continuar con las gestiones, lo
cual se plasmó en el decreto número 1636 de la Intervención federal. Aquella
norma fijaba como lugar preciso de emplazamiento la rambla situada en la
confluencia de los caminos general Belgrano y Centenario, en La Plata. El
gobierno provincial tomaba a su cargo la dirección de la obra, el aporte de
operarios y la provisión de los materiales para el basamento.
LA PIEDRA
FUNDAMENTAL Y EL CONCURSO PARA UN MONUMENTO DEMORADO
El 20 de junio de
1963 fue colocada la piedra basal en el marco festivo del Día de la Bandera.
Hubo bendición a cargo del arzobispo Antonio Plaza, como solía mandar el
protocolo epocal.
La piedra se
acompañaba con una placa de bronce que decía: “Aquí se levantará el monumento
al Gaucho, expresión del alma argentina. Iniciativa de la Federación Gaucha
Bonaerense adoptada por la provincia de Buenos Aires…”
Pero, aun puesta la
piedra en su lugar, el tiempo pasaba sin concreciones. En setiembre de 1967 se
obtuvo un decreto del gobernador (el nº 8594) que volvía a integrar la comisión
ad hoc. Entre sus miembros se hallaba ahora Noel Sbarra el autor de la magnifica
y ya clásica monografía sobre la historia del alambrado en la Argentina, del
año 1955. Fue él quien se encargó de redactar las bases del concurso.
A comienzos de 1968
se convocó un concurso de proyectos con sus maquetas, otorgando 90 días para la
presentación de las propuestas. Las maquetas fueron expuestas en el Jockey Club
de La Plata entre el 15 de abril y el 31 de mayo. El primer premio era de $
250.000.- y el segundo de $150.000.- Para el tercero se fijaba una medalla y
para el cuarto una mención de honor.
EL JURADO SELECCIONA EL PROYECTO GANADOR
El jurado lo
integraban el artista Eleodoro Marenco (por la Federación), Jorge Iván López
Anaya (por la Dirección de Bellas Artes), Rafael Martínez Pintos (por la
Asociación Gremial de Artistas Plásticos) y Vicente C. Krause (por la Facultad
de Arquitectura de la UNLP). Era sin duda un jurado calificado para la tarea.
El primer premio lo
obtuvo el escultor catamarqueño radicado en La Plata, Ricardo Dalla Lastra, con
el seudónimo “Tranco Largo”.
El asesoramiento
artístico ad honorem para la ejecución de la obra fue confiado al ya mencionado
y erudito dibujante nativista y costumbrista Marenco y su consejo fue de enorme
provecho para el resultado final. Nadie como él había retratado en singulares
acuarelas al criollo bonaerense, ya fuera de a pie o a caballo, ya fuera
gaucho, hacendado o milico.
La entrega de
premios se realizó el 4 de diciembre de 1969 en el despacho del Ministro de
Gobierno: la suma en efectivo a Dalla Lastra y luego un cheque por el segundo
premio al escultor Juan Carlos Ferrari. Hubo un tercer premio concedido a
Nestor Raul Picad.
El decreto nº 2136
del 15 de marzo de 1970 aprobó el contrato con el artista y el costo de la
obra, que era de $ 5.963.000 m/n. El precio se iba a pagar en cuotas según el
avance del trabajo y, con la conformidad de Marenco, quedaría registrado en
actas parciales.
Todavía debía instrumentarse la parte arquitectónica y constructiva del pedestal, que le correspondía ejecutar a la Provincia según el decreto del año 1963. Por tal motivo, la Federación se presentó ante las autoridades en abril de 1971, logrando la colocación provisoria del conjunto a finales de aquel año y la inauguración definitiva en mayo de 1972, según lo registra el prolijo cronista de la estatuaria porteña Nicolás Gutiérrez.
El lugar de emplazamiento definitivo de la escultura se denominó “Parque de la Tradición Nacional” y se ubica en el acceso norte a la ciudad de La Plata, en la localidad de Tolosa.
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Folleto oficial del Monumento al Gaucho (Col. OADM) |
LA ESCULTURA
El monumento
platense al gaucho integra un repertorio temático que ostenta ejemplos en todo
el país y en la otra orilla del Plata. Quizá el caso más conocido en el
imaginario sea el famoso monumento al “Resero” que se emplaza desde 1934 en el
barrio de Mataderos, en la ciudad de Buenos Aires, obra de Emilio Sarniguet. El
perfil de la estatua fue reproducido en una moneda de $10 de curso legal, allá
por los años 60.
También existe en
Montevideo, desde 1927, un monumento gauchesco ejecutado por José Luis Zorrilla
de San Martín. Y en Mar del Plata se incorporó al espacio público recién en
1960 la estatua realizada por Juan Grillo en 1937.
No debería omitirse
la pieza del mismo tema que el médico y escultor Jorge Laureano Blanco Villalta
había presentado en el Salón Nacional de 1916, pero que no despertó mayor
entusiasmo en la crítica, no tanto por la calidad de la pieza -inobjetable-
sino por la índole del tema, todavía resistido como reflejo de la “barbarie”
rural frente a la “civilización” urbana.
Todas las obras
mencionadas optaron por la representación ecuestre, como acentuando de ese modo
la destreza del gaucho como jinete.
La escultura de
Dalla Lastra se encuadra en el canon figurativo, mostrando a ambos componentes,
humano y equino, en pose apacible. El caballo alza la cabeza mientras el
jinete, que toma las riendas sin esfuerzo con la mano izquierda, dirige su
mirada hacia la lejanía. El gesto parece indicar el instante en que se aprestan
a reanudar la marcha, tras un alto en el camino en procura de orientación. Y
como lo insinuó el seudónimo elegido por el escultor para afrontar la
competencia, apenas parece faltar un segundo para ese “tranco largo” que
pondrá, una vez más, al gaucho bonaerense, en ruta hacia el horizonte infinito
y el vértigo horizontal de unas pampas que, aunque ya no son suyas en el acto
posesorio de esa ecúmene ahora alambrada, nada ni nadie podría arrebatarlas de
su universo simbólico.
Info: Oscar De Masi / Historiador